Ayer me sentí de nuevo como un crío en una sala de
cine. Llega la hora de inicio, se apagan las luces y experimentas esa emoción que te provoca una sonrisa de oreja a oreja, volviendo a recordar cuando veías estas películas hace más de 20 años. Ojos de aquel niño entusiasmado
por algo que era para uno lo más extraordinario. Esto solo puede conseguirlo el
mundo del cine, magia en estado puro.
La película seguramente no estará en la lista de las 50
mejores de la historia, ni tendrá criticas catalogándola de obra maestra pero y
qué más da, al final lo que cuenta es lo que uno siente, percibe y los
recuerdos que hacen que digas que esto merece muy mucho la pena.
Me refiero con todo esto respecto a la película "Los Goonies" (1985) dirigida por "Richard Donner", de sobra conocida por casi todo el mundo y que ayer mismo tuve la oportunidad de ver en compañía de unos amigos. La sala en su mayoría estaba llena de personas de más de treinta años que sin duda recuerdan con cariño este largometraje y es curioso que tras casi 30 años de su estreno sigue funcionando a las mil maravillas. Los críos de hoy en día se lo pasarían en gran disfrutando de las meteduras de pata de “Gordi”, los estrambóticos inventos de “Data”, la caradura de “Bocazas” o la humanidad que desprende “Sloth”.
La magia de esta película es que te hace formar parte de la búsqueda
de los protagonistas a lo largo de todo el metraje. Una búsqueda que comienza gracias
a un mapa antiguo que creen que conduce a un tesoro fantástico, oculto en un
barco pirata durante siglos en las costas de Astoria, y gracias a esas extraordinarias riquezas ayudar a sus padres a salvar sus casas en esa ciudad donde han nacido y crecido. Todos
hemos soñado de críos en buscar tesoros increíbles o vivir un millar de
aventuras sin necesidad de tener que viajar a lugares exóticos. Aquí no hace falta usar la imaginación,
solo dejarse llevar de la mano del director a través de túneles, trampas, hasta llegar al barco pirata de Willy el
Tuerto.
Un largometraje que cuando tenga hijos o sobrinos les pondré sin duda solo para observar sus caras, verlos sorprenderse en alguna escena o disfrutando en otras tantas con las ocurrencias de los personajes. Contemplar en definitiva sus rostros y vernos sin duda reflejados en esas emociones que vivimos hace ya muchos años cuando éramos unos chavales.